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  • Foto del escritorNicolas Di Bartolo

Adán y Eva

Actualizado: 25 may 2020




La luna resplandecía en el firmamento nocturno, impasible ante la mirada de millones de espectadores atónitos por su majestuosidad. Aquella fue la noche que lo cambió todo…

La noche en que la luna inspiró a miles de poetas y enamorados por su extraordinaria belleza. Sin embargo, otro grupo de personas corrían desesperados recopilando datos e información. Científicos de todo el mundo corroboraron, aterrados, que su increíble avistamiento se debía a que el astro se había acercado miles de kilómetros hacia el planeta tierra, corriéndose de su órbita habitual. Aún peor, con el pasar de las horas, el satélite terrestre seguía su recorrido en espiral hacia su inevitable colisión.

La información de semejante descubrimiento no tardó en darse a conocer. El fin del planeta tierra y de la vida en él, tenían fecha de caducidad. Los científicos buscaron dar una explicación a tal suceso, pero la incógnita de aquella fluctuación gravitacional no tenía sentido. Los días pasaron y las horas estaban contadas.

La humanidad se sumió en desesperación, la economía mundial se desplomó y los actos delictivos aumentaron sin precedentes. El ser humano mostraba su verdadera cara bajo una amenaza inminente y mortal. Sin embargo, con el pasar de los días una faceta comenzó a tomar fuerza, el amor por los seres queridos, las reconciliaciones y el apego por el prójimo.

Y allí estaban, Adán y Eva, bañados bajo la luz del enorme astro que colisionaría en cualquier momento. Como hacía doce años cuando Adán había llevado a Eva al mismo puente y bajo la misma luna donde por primera vez le confesó su amor, en aquel mismo lugar permanecían para recibir a quien vio florecer su relación.

De pronto, Adán sacó de su bolsillo un anillo con un cristal enorme. Lo había comprado con los ahorros que habían juntado para financiar su primer terreno, al fin y al cabo, ya nada importaba.

_ Eva, ¿Quisieras ser nuevamente mi esposa?

Le preguntó, y aunque sabía que aquel acto solo era simbólico pues jamás llegarían al altar, Adán necesitaba expresar su amor por ella.

Sin embargo, Eva ya no lo amaba, el tiempo había erosionado ese sentimiento tan puro que alguna vez sintió. De alguna manera, Eva se identificaba con la decisión de la luna de colisionar con la tierra. El astro que por millones de años había permanecido en un perfecto equilibrio y armonía con su compañero, sin explicación aparente, decidía destruirse y destruir a su amado planeta. Así se sentía Eva destruyendo el corazón de un perfecto enamorado que después de tantos años, aún se arrodillaba con una sortija en la mano que para ella no significaba nada.

En ese momento observó los ojos de Adán como hacía muchos años no lo hacía. Esos ojos claros que cuando lloraban se enrojecían intensificando su color. Como la ocasión cuando Eva perdió el único embarazo que lograron llevar a término, tal vez, ese era el último recuerdo que tenía de su mirada. Nuevamente, los ojos de Adán estaban cubiertos de lágrimas. Eva pensó por un instante que él ya se había dado cuenta que ya no lo quería, que incluso lo despreciaba. Pero Eva conocía muy bien a Adán y sabía que la expresión en su rostro no era de angustia, sino de miedo. Miedo porque el fin se acercaba, miedo porque eran los últimos momentos con su amada. Ya no importaba el mañana, ni el trabajo, ni siquiera el dinero. Solo importaba que estaba allí, junto a Eva, en aquel puente donde hacía doce años le había confesado su amor y bajo la misma luna que un día decidió acabar con todo. Y ante ese pensamiento Eva se dio cuenta que ya nada tenía relevancia. Lo banal y lo cotidiano perdieron importancia, de alguna manera un peso invisible que llevaba en sus hombros desapareció y una revelación se presentó en su corazón, el amor por aquel hombre no se había perdido en el tiempo, no estaba muerto, simplemente estaba oculto tras las cosas que ya ni siquiera importaban, tan perfecto y latente como el primer día. El amor por Adán volvió a llenar su alma, y junto con ese sentimiento el terror la invadió, pues el tiempo se había agotado. Ya no volvería a ver a Adán, ya no podría recuperar el tiempo donde lo material fue más fuerte que el amor. Entonces Eva cayó de rodillas frente a su amado y lo abrazó sollozando, pidiendo perdón. Adán la abrazó sonriendo, pues entendía su tristeza, aquel dilema también lo había aquejado unos días antes de comprar el anillo. Los amantes se miraron con lágrimas en sus ojos y se fundieron en un beso eterno, mientras la luna destruía la atmósfera terrestre acabando con la vida en el planeta tierra.

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