top of page
Buscar
  • Foto del escritorNicolas Di Bartolo

El Umbral

Actualizado: 24 may 2020


Yacía en una cama con su rostro enjuto y exánime, escrutando impasible su alrededor. Jorge, de 93 años de edad, inhalaba sus últimas bocanadas de aire, pronto todo acabaría. Una extraña lucidez invadió sus pensamientos, volvió a distinguir a la anciana que tomaba su mano con los ojos embotados, distaba mucho de la mujer voluptuosa que había llamado su atención una vida atrás, sin embargo, luego de varias crisis matrimoniales y mucho después que el sexo abandonara su matrimonio, se dio cuenta que Elizabeth era el amor de su vida, su compañera. Sabía que él partiría primero que ella, siempre lo supo. Resollando volvió a inspirar nuevamente, pronto sería su última exhalación. Luego se percató de su descendencia que lo observaban al pie de la cama, ellos también habían crecido, habían formados sus familias, tenido hijos, y algunos de esos hijos, que no recordaba sus nombres, pronto serían padres. Era la ley de la vida, él había cumplido, había dejado su legado, ya podía estrecharse manos con la temida muerte. Una nueva inspiración, un paso más a la libertad. Los últimos meses para Jorge fueron extraños, se sentía prisionero de su propio cuerpo, un extraño sentimiento lo invadía, una opresión, como si estuviese encerrado en una prisión que, con el paso de los meses, se hacía más y más pequeña. Al parecer, la demencia senil se había apoderado de sus pensamientos y en ocasiones podía sentirse como una mariposa encerrada en un capullo, un capullo viejo y marchito. Ya faltaba poco, pronto se liberaría de él. Al fin lo sintió, una punzada en su pecho, sus músculos se tensaron, una nueva inhalación, la última para Jorge. Sus ojos buscaron aterrados la mirada de Elizabeth, quien lo miró sollozando. Las palabras sobraban, conocía demasiado a aquella mujer. Su mirada lo decía todo, “¡Ve en paz mi amado, los chicos y yo estaremos bien!”. Una última exhalación junto a un gemido y luego la oscuridad reinó. Pero Jorge aún se sentía dentro de su capullo, cómo era posible si ya había muerto, por qué aún sentía esa sensación de opresión. ¿Acaso así se sentía la muerte?, ¿Acaso así pasaría el resto de la eternidad? En ese momento una fuerza lo empujó hacia una luz enceguecedora, Jorge al fin se liberaba de esa sensación que por meses lo había invadido, y entonces lloró y gritó con todas sus fuerzas. Gritó por Elizabeth, gritó por sus hijos, gritó por sentirse libre una vez más y porque el medico había cortado el cordón umbilical.



1 visualización0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

"El Pacto"

"LU"

bottom of page